MIGRACIONES


Ese fenómeno que se ha dado desde que la humanidad comenzó a sentirse mejor cambiando de ambiente, es algo que nadie ha podido, ni podrá detenerlo.

Las razones que, desde el principio, inducen a la migración son múltiples. Un ejercicio elemental con esta frase coloquial o refrán, es suficiente: "Cualquiera por su mejoría, su casa dejaría". Así veremos múltiples razones para dejar la casa en búsqueda de poder vivir mejor.

Lo que parecería que fue escrito en días recientes, es una apreciación que hace 70 años, tenía Don Manuel Arturo Peña Batlle de la migración haitiana. Es decir, en 1945, cuando lo consideraban anti haitiano, entregó estas consideraciones: 

"Mis convicciones dominicanistas son profundas, pero, desde luego, no soy un reaccionario. Comprendo los puntos de vista de la política haitiana en su conflicto permanente con la política dominicaba. Haití es un país de unos veintisiete mil kilómetros cuadrados, con una población de más de cuatro millones de habitantes, tan grande como la de Cuba. No hay posibilidad de que esa población en territorio tan exiguo y tan pobre pueda crear medios normales de subsistencia. La tierra haitiana esta en un aterradora proceso de erosión que cada vez hace más difícil una conjugación del medio y del hombre. La industrialización de ese país es poco menos que imposible. ¿De qué manera podrán los cuatro millones de haitianos hoy resolver sus problemas vitales? ¿Cual es el porvenir de esa nación? La primera respuesta es categórica: Haití no puede ni podrá resolver sus propios problemas fundamentales: Inmediatamente surge la segunda afirmación: los problemas haitianos pesan tanto sobre nosotros como nuestros propios problemas. La depauperación, la miseria y la incapacidad productiva de cuatro millones de seres arrinconados en un extremo de la isla, sin capa vegetal explorable, sin subsuelo útil y sin riqueza industrial posible, constituyen, necesariamente, para nuestro país una permanente y trágica amenaza de penetración masiva hacia centros feraces y productivos de la isla, que no podemos, que no debemos, que no queremos, descuidar los dominicanos so pena de conspirar nosotros mismos contra la felicidad y la tranquilidad presentes y futuras de nuestro pueblo". 

"Esa lucha, tan sorda como intensa, no podrá resolverse sino en uno de estos sentidos: o se fusionan en una entidad social los elementos que la sostienen (solución haitianizante) o se divorcian con carácter radical y absoluto, para que uno permanezca dentro de sus linderos (solución dominicana, poco menos que imposible, porque ni la historia ni la biología pueden convertirse en expresión estática de dos pueblos cuya expansión está contenida por la geografía. Somos una isla y no podemos colonizar el mar; por obligación tenemos que encontrarnos, haitianos y dominicanos, en el espacio de la tierra común".).

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