EN BUSCA DE LO QUE NOS MERECEMOS

Ser dominicano por nacimiento y origen no es una carta de triunfo para la obtención de honores merecidos, sino por una serie de razones que tienen mucho que ver con el momento histórico en que viva la nación. 


El pensar y el sentir de cada dominicano está orientado al debate, la rivalidad, la imposición del criterio de quien expone o trata cualquier tema, pero, en eso de convivencia y reciprocidad solamente se logra entre algunas familias que han crecido bajo la luz de un patriarca que la rige. 

El ejemplo familiar es la base de la formación moral, académica y hasta la parte relativa a la denominada espiritualidad inducida por eventos que frecuentemente se celebran para rendir culto a la tradición forjada por nuestros más ancestrales ascendientes. 

¿Porqué tiene que ser así?

Los centros de enseñanza, tanto  públicos como privados, se rigen por un patrón trazado por el especial interés que tienen los mentores que han propiciado los métodos que son de su interés. Esa tradición es tan antigua como la humanidad misma.

Existen canteras sobre la gran cantidad de información histórica acerca de las escuelas de los sabios de la antigüedad, que aún perduran, como lineamientos educacionales. 

Son privilegiados los que aún siguen lo que enseñaron los moralistas de la Grecia antigua y tienen como norte la permanencia de la ética entre sus semejantes. 

En República Dominicana se han hecho transformaciones en los métodos de enseñanza que han repercutido negativamente en la sociedad. 

Los estudiantes de hoy en día no aprenden a comportarse con apego a la ética que trazaban las lecciones de moral y cívica, que como materia que formaba parte del programa oficial regido por el Ministerio de Educación, era obligatoria. 

En la actualidad, algunas nociones sin mucho énfasis, forman parte de lo que se enseña como “Sociales” y no se respeta su trascendencia para que cada individuo se desarrolle con estricto apego a las normas de esa disciplina. 



Se impone una acción colectiva que obligue la búsqueda de un método de enseñanza como fuera concebido por el ilustre pensador Eugenio María de Hostos, quien fundamentó su ideología del progreso en la educación laica, racional y orientada a formar ciudadanos. 






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