El diario vivir y su costo

Lo que en República Dominicana definen como "fin de semana largo"  (traducción literal de la frase  "long weekend" que se usa en los Estados Unidos de América y en otros países de habla inglesa  para los mismos propósitos), se convierte en una mini vacación al estilo tradicional de salir a dar vueltas para buscar donde meternos o hacer una reserva en un resort con un grupo de amigos, hijos, nietos y demás familiares,  y gastarnos una fortuna que luego se convierte en divisas extranjeras para remesar utilidades a los holdings de esos centros. 

En esos lugares que abundan en La Romana, Punta Cana, Bávaro, Puerto Plata, Santo Domingo y otros lugares donde hay atractivos turísticos que son el deleite de dominicanos y extranjeros, puede también apreciarse una gran cantidad de mano de obra que es utilizada para muchos oficios del sector, que tan pronto cobran su quincena, acuden a comprar dólares al banco o remesadora para enviar a sus familiares en sus respectivos países de origen. 

Recientemente, sentí mucho placer al satisfacer una petición familiar de visitar la basílica de Higüey y a la hora del almuerzo, pensamos en tomar la autopista El Coral y visitar Punta Cana, como destino más cercano, para disfrutarlo al calor de las olas del caribe y bajo la influencia de ese sol que es la envidia de muchos residentes en donde prevalece la nieve en esta época del año.



Aquello es algo fuera de serie. 

Empezando por el alto precio de los peajes para amortizar el costo de una gran inversión, quizás sobrevaluada por los contratistas y falta de señalización de calles y avenidas con indicaciones precisas para orientar el visitante, fue necesario usar el eficiente auxilio de Wase, luego de dar muchas vueltas para caer en un punto donde solo existen lugares para el expendio de alimentos con recetas foráneas o "franquicias" con precios en pesos dominicanos, pero que reflejan una ventajosa tasa de cambio con relación al dólar estadounidense al elaborar el menú. 

En otras palabras, todo está dolarizado y como ya dijimos, hay una inmensa mayoría de inmigrantes que perciben salarios en pesos dominicanos, pero que hacen una gran demanda de dólares ante la banca comercial o ante "comerciantes cambiarios" para poder realizar remesas a sus familiares en su país de origen. 



La dolarización se está viendo desde hace mucho tiempo, no solamente en las franquicias, como Burguer King, McDonald, Wendys, pizzerías de diferentes marcas, etc., sino también en las empresas que venden vehículos, inmuebles, tiendas de trajes de lujo, agencias de viajes y sobre todo, como ya dijimos, los hoteles. 

Los espectáculos con artistas internacionales tienen una tarifa expresada en dólares y ni hablar de los honorarios de los músicos que le acompañan. Los que llenan la contraparte nacional en estos casos,  son tratados como simples asistentes de soporte al que cobra en dólares y reciben unos chelitos que no alcanzan para el pasaje. No conocemos cuál es el papel de AMUCABA, pero, en el pasado las cosas eran con más rigor y hoy en día, no creo que sus miembros y dirigentes  se hagan respetar. 

Por esa razón, una gran mayoría de los dominicanos está actuando de una manera un poco al desgaire, ya que aparenta no darse cuenta de una realidad tan cruel que tiene varias aristas y cada arista tiene su mordida sobre la economía del consumidor. 

Cuando usted se decide a comprar dólares para pagar una compra que ha hecho por internet, está pagando una tasa de cambio ficticia y si acepta que le hagan un cargo a su tarjeta en pesos dominicanos, la tasa que utilizan sobrepasa en dos o tres puntos a la del mercado nacional.

Eso trae como consecuencia que, como lo define el profesor Victor Canto, que los pobres ni se enteren de lo que los ricos hacen y deshacen con la producción nacional, ya que esta clase se conforma con acostarse con la “barriga llena”, sin pensar en el ahorro, la salud, la calidad de la alimentación y sobre todo la educación.

 Como se comportan de esa manera, los políticos los tratan como “especies que piensan con la barriga” y por eso los maltratan a base de regalarles algunos pesos al acercarse la época de elecciones. 

Es un imperativo que esa clase sepa para qué produce, para quien produce y porqué produce. 

Si todo empleador que produce para fines de exportación pagara su nómina en dólares, el personal de su empresa no creara presión sobre la tasa de cambio para poder demandar bienes y servicios que son ofertados en esa moneda y se eliminaría la intermediación abusiva, ya que cada quien podría tener sus propias tenencias en cuentas de ahorro en la banca comercial del país y hacer lo que quiera con sus remanentes después de cubrir sus gastos familiares. 

No es lo mismo tener que salir a comprar dólares, sea por vía directa o indirecta que poder contar con ahorros como resultado de una actividad productiva. 

Nuestras autoridades económicas y el sector que agrupa los productores muchas veces están de acuerdo y otras veces no, según como esté soplando el viento. 

Recientemente vimos a un Ministro de Economía llevarle la contraria a la autoridad monetaria al proponer una flotación de la tasa de cambio y luego al sector privado decir que "eso hay que pensarlo bien", mientras el cerrador del equipo económico hizo dos o tres lanzamientos a más de 100 millas y terminó el partido con una inyección intravenosa de efecto inmediato como en casos de pacientes bajo el cuidado de intensivistas muy especializados, pero con su efecto secundario sobre nuestras reservas internacionales, las cuales, a cada rato le tienen que dar duro en la cara para pagar la deuda.

Existen entidades gubernamentales que pagan salarios en dólares estadounidenses, entre ellas, el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones y otras que sus salarios están dolarizados. Eso puede ser extendido hacia muchos que derraman sangre, sudor y lágrimas para producir dólares para que otros gasten y sin ninguna regla oficial al respecto.

Esos que luchan por asegurar una pensión digna a los 65 años, libre de los efectos de una devaluación deben ser protegidos con fondos de pensiones en moneda dura y estable. 


 

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