Lo que no está escrito

Regresando de un paseo realizado a la Region Sur de la isla de Santo Domingo, un amigo azuano que me acompañaba mientras se oía en la radio una vieja melodía titulada The old refrain, me comentó que ese tema le hacía recordar su frustrada actuación como músico en un concierto muy especial, organizado por la gobernación de su provincia en honor de un magnate alemán que compraba la porción exportable de los bananos que producía la United Fruits, empresa de no muy grata recordación en Latinoamérica, encargada de la explotación de los predios agrícolas de la comarca. 

The old refrain, en castellano, el viejo estribillo, es una pieza musical de mucho renombre, compuesta por un violinista austriaco de origen judío, llamado Fritz Kreisler. Su aparición en el programa del concierto que se dedicaria en Azua al magnate alemán, cuyo nombre no se recuerda, era un presagio de que algo inesperado podría ocurrir, si se toma en cuenta el origen del compositor, su historia como quien tuvo que usar el  pseudonimo de Gaetano Pugnani para poder divulgar sus composiciones en tiempos de la persecución nazi y muchas cosas más. 

Es una pieza cargada de recuerdos y sus acordes evocan un profundo sentimiento por la tradición y la cultura de su compositor: http://youtu.be/7Invc-076KM 

Se comenta en Azua que el poderoso empresario desembarcó en puerto Viejo y traía consigo una perrita de una fina raza que pensaba trasladar a México, donde sería apareada con un perro de primerísima calidad y que era propiedad de un veterano criador que lo usaba como padrote bajo contrato que estipulaba el compromiso de pago de una gran suma de dinero y un ejemplar macho del producto del parto. Si la camada solo reproducía hembras, entonces, el convenio advertía que debía duplicarse el pago de la suma entregada al momento de la unión. 

Se dirigió a la ciudad con el fin de almorzar con el gobernador de la provincia y luego escuchar el concierto, encerrando su perrita en una jaula de madera y redes metálicas, a la que le colocaron una suerte de cerradura hecha con un alambre retorcido que fue inexplicablemente violada por la ansiosa cría que, a gran velocidad salió a la calle y rápidamente perseguida, pero gratamente complacida por un infeliz canino callejero, de origen desconocido, que fue declarado culpable de manera contumaz de ser el responsable de un intento de suicidio del distinguido visitante. 

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